Wednesday, March 14, 2012

La virtud de una prosa clara


Mi muy estimado contertulio, 

para nada fue tu críptica y semivacía misiva lo que me hizo delegar una pronta respuesta. Nada más lejos, querido Crátulo. Si por algo soy conocido en mis selectos círculos catódicos es por atesorar un talante diligente y elegante para con mis iguales (observe la asonancia, apenas sin esfuerzo). Y como puede usted imaginar, aún no ha conseguido su distinguida y rimbombante persona penetrar en este selecto grupo. Empero su facilidad y pericia con el idioma de Larra (grande entre los grandes [algún día hemos de charlar sobre la obra de este fauno genial]) llegado un punto es probable que le granjeen un sillón o un trono de primer orden dentro de mi ojalá más flemático ambiente.

Hechas ya las tácitas promesas, paso a abordar el tema que parece interesarnos a ambos: La Imposición del Falo en la Cara/Vagina de esta nuestra Entumecida (como usted bien dijo) Sociedad. Dicha imposición viene siendo la tónica general de los debates/verdulerías/coloquios/discusiones de ágora televisivos y, por tanto, merece nuestras más dedicadas (y capaces) atenciones y reflexiones. [Como puede observar, he rehuido sus comentarios dirigidos a mis publicaciones (Tiesura [Pre-Textos, 2007; 29,99€] es la más reciente) y a mi desunida y expeditiva melena. No les veo interés (a sus comentarios, por supuesto): carecen de la enjundia que mi entendimiento solicita (exige) para dedicarle acaso unos minutos de mi tiempo. No obstante el tema "impositivo" me parece del todo enjundioso.] Es dolorosamente obvio que toda manifestación erecta erigida a modo de rascacielos capilar pretende ser muestra y prueba irrefutable de cierta (supuesta, por quien la porta) superioridad, sea ésta fálica, viril o del ego. En mí esta tendencia genera una atracción cada vez mayor. 

Todo este simulacro baudrillardiano, por ende, me llena de placer (lejos de la anhedonia de la que parece usted hacer gala, encerrado en su cubículo pseudo-chambre de bonne) y no puedo más que acudir a presenciar, como tantos otros de mis compatriotas, este maravilloso espectáculo de variedades. Creo, asimismo, que la imposición casi protésica y desde luego proteica del flequillo y por extensión del miembro (de la tertulia y genital) es del todo necesaria, pues ¿cómo si no, íbamos a distinguir a los especímenes más válidos y más evolucionados de nuestra especie? Consciente de mi limitación estética, soy mero espectador y no participante en estos eventos, ya que desentonaría entre tanto músculo y silicona y maquillaje naranja y gomina y laca. Soy bajito, feo y con gafas (como imagino que también lo será usted [le agradecería que me mandase una fotografía junto con su siguiente carta]), por lo que me he dedicado enteramente a muscular mi cerebro con conocimientos elegidos con esmero y tino, así como a fijarlos mediante esta sana y educada conversación, que espero seguir manteniendo con usted, don Álvaro. Me veo obligado a dar por concluida esta epístola, pues he de arreglarme el tupé y depilarme los brazos para el simulacro de esta tarde.

A título informativo, mi apellido se escribe con H al principio. 

Se despide de usted,

Julien Hondervo. 

2 comments:

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