Wednesday, March 14, 2012

Alfaguarras



Señor Ondervo,

hay que admitir que conseguir vender por 30 euros un libro tan escaso (y espeso) como Tiesura (Pre-Textos, 2007), cuyo número de páginas no excede la edad de su autor, a una audiencia principalmente compuesta de moribundos profesores de universidad y poetas con amalgamas de pendientes en los terrenos ignotos del físico humano tiene su mérito. Yo, personalmente, hubiera preferido, y preferí, invertir esa cantidad en la nueva edicion de Poemas Completos de Ron Jeremy (como será evidente, en tapa dura), que publica Analgrammar esta semana.

El problema yace en el microcosmos editorial español, que por cada copia vendida compensa al autor con una falo-imposición menos agradable que la que usted menciona en su previa misiva. (Por cierto, señor Ondevour, le recomiendo que revise su propia revisión de Derrida, ya que su terminología, concretamente, su (ab)uso de la palabra falofacismo, con la que deconstruye la imposición del falo en el cuerpo del estado como un golpe a la vez fascista y facial, forja una relacion entre la suma generosidad del sexo oral con la brutalidad autolegitimadora de la tiranía.) Las editoriales en España controlan la coyuntura cultural, la cumbre del coloquio, la carne del coito civil (su asonancia no me asusta, astuto Ondervo), y en su falo-imposicion mercantil deciden publicar por precios exorbitantes la nicotina textual, la pésima y nociva literatura popular. Lo que conlleva preguntarse cómo obras como las suyas (e.g. La Hoguera de las Vainas [Montadori, 2001]) han conseguido llegar a las estanterías de las librerías nacionales, y en algunos casos (aunque nunca he llegado a presenciarlo) hasta con algún ejemplar colocado sobre la mesa de "novedades." También hay libreros con sentido del humor, intuyo.

La tesitura, estimado Endeavor, es tal que la juventud ha perdido su fe en la letra. Le informo porque su autoridad en temas de culturas contemporáneas sigue siendo cuestionable - un capítulo de "Mujeres y Hombres y Viceversa" no le otorga el derecho a opinar. El archi-mozo no posee tal afluencia como para ceder el alcohol o la droga y usurpar sus necesidades socio-lúdicas con un ejercicio cerebral que no rellena la manga más allá de la discoteca del discurso. Por lo tanto, las editoriales tienen en su poder dos llaves para falo-imponerse a la juventud: 1. bajar el precio de los libros para que la generación 2.0 (creative suite y/o basic) pueda acoger a la literatura dentro de su espacio de ocio; y/o 2. enfatizar el libro como objeto en tanto que posesión ego-lucrativa, i.e. vender el libro al mismo nivel que el collar, la zapatilla y el llavero, y aludir a las necesidades superficiales del abismo postmoderno.

No sé si esta coyuntura perjudicará nuestros futuros proyectos, señor Ondervo, pero sí sé que mi llavero tiene abrelatas.

De todos modos, todo esto lo ha dicho ya David Foster Wallace (por si no se lo cree). O algo por el estilo.

Un saludo cardial,

Álvaro Crátulo

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