Qué grotesca visión, ¿verdad, Cálvar(i)o?
Reflexione unos instantes sobre el poético y parriano significado de esta poética imagen doblemente congelada.
Efectivamente. No es un pollo, es una polla y bien fresca. Estoy lleno de dobles sentidos como esta polla de rico alimento si se tercia en una noche o un mediodía de cena o comida familiar bien caliente y en el centro de la mesa. No se le puede escapar tampoco la referencia quizá más obvia: Su amada Mond mama otra ave de corral. Me es imposible evitar sentir alegría por esta feliz y azarosa contingencia, mi ahora-más-amigo-que-antes, puesto que nunca pensé en esta comesopadepolla como una buena (ya no le digo excelente ni magnífica ni chachi-piruli) pareja para usted.
Dicho esto, repto cual reptil del pecado al siguiente tema de mi rePtilínea misiva. Yo sé el nombre real (y, como verá más adelante, terriblemente irónico nombre) del amante de su ex concubina concupiscente y frutal. Dio la casualidad de que me hallaba yo pegado al cristal de la peluquería donde el así por sí mismo llamado John Gueras cortaba las puntas deshilachadas a su Mica(lientav)ela(s) en el mismo momento en que un individuo ataviado con un (debo decir que hermosísimo) chaleco indiano y un trombón como sacados del arcón más polvoriento y mugriento de la casa de su provecta abuela se aproximó hacia mí con paso decidido de loco de atar o de cuerdo celoso. Cuál no fue mi asombro al recibir el primer empellón y el primer puntapié en el suelo y los demás golpes en órganos vitales y costillas. ¡Asalto, Álvaro, asombrosa anécdota!
Mas no quedó en humillación al pobre e indefenso Hondi la animalada de aquel individuo. Acerté a esquivar desde el suelo los golpes de su trombón, que poco a poco iba perdiendo su bella y lustrosa apariencia, desde el empedrado y conseguí con un giro sobre mí mismo tipo croqueta en pan rallado erguirme como sapiens sapiens que soy ante aquel cromagnon de extrañas vestiduras. Ensayé algunas patadas de karate colegial y algunos crochés y uppercuts de mi más tierna adolescencia magullada, y aunque no todas percutieron donde debían, alcancé a herir al menos su orgullo de matón. Claro que esta hazaña en desventaja de su contertulio no alivia la desazón del desamor, pero espere.
Conseguí su nombre. Aturdido le pregunté Qué hacía, Qué le había hecho yo, un inocente voyeur de hembras (nada personal, mi cordial cordado), y me contestó Mirar a mi piba, malandrín apestoso. Qué procaz salida de tono, le dije, pero el diálogo no fue posible, ya le digo. Le dije Quién es usted y me dijo: Mi nombre es Condon, Zackarías Condon.
Algo es algo, Álvaro de cebolla. Puedes iniciar tu busca si tu ego te lo pide y si tus fuerzas te lo permiten.
Su cordial informador,
Julien Hondervo a.k.a. the Savior