Thursday, January 12, 2012

Pequeña introducción + Qué tenemos por delante


0.
Procrastinación, bendito fardo.
Como si no hubieran sido suficientes los trece meses que han pasado desde la última entrada en mi álter blog para engordar mi hábito huevogordista, justo antes de sentarme frente al teclado y la pantalla [con el obvio objetivo de posponer la escritura] he ido a lavarme los dientes, ordenado la habitación, deseado buenas noches a mi familia, calibrado frente al espejo las ventajas y los inconvenientes de afeitarme por la noche ["Mejor mañana"], echado ropa a lavar, paseado por el pasillo sin rumbo, cogido mi libreta de fragmentos y, por fin, decidido que ya había procrastinado bastante.
Lo hemos conseguido, compañero: vamos a obligarnos mutuamente a luchar contra la pereza y la falta de ambición y vamos a publicar. Siguiendo la política del y-por-qué-yo-no, vamos a exprimirnos [esto ya no lo haremos tan mutuamente] y a comprobar la verdadera medida de nuestras posibilidades. De nuestra capacidad.

1.
Llámame limitado, pero sólo consigo pensar por las noches, cuando en el piso no se oye un ruido.
Yazgo en la cama, insomne, y pienso en la inutilidad de tanto fragmento y tanto proyecto garabateados en libretas de mano [van ya cinco] y a los que no vuelvo nunca. Guardados en un cajón esos textos no producen nada. Que venga alguien y descifre por mí la razón de tanta dejadez. ¿Por qué no he deshilvanado o hilvanado este fragmento aún en una historia?:
Uno de los personajes sufre un acontecimiento terrible (accidente grave, muerte de un ser querido, lo que sea, pero dramático) y comenta a su psicólogo meses después que en el momento en que aquella desgracia tuvo lugar percibió horrorizado que su reacción era la de cualquier personaje de película de Hollywood o de una teleserie, que era una farsa.
La respuesta a la anterior pregunta no exige reflexionar demasiado: lo más cómodo es dejarse vencer por el impulso [llámalo magia, romántico] del momento, la incomprensible e inexorable necesidad de ponerlo por escrito y dejarlo olvidado entre otros fragmentos huérfanos y páginas repletas de hormiguitas que van a ninguna parte. Lo complicado es involucrarse , confrontar la propia escritura con los demás y con uno mismo, desnudarse [al menos parcialmente] ante el otro al otro lado, ver si uno es capaz de producir algo que agite corazón y mente, algo auténtico, propio, que provenga de las mismas entrañas y consiga conectar, aunque sea por unos instantes, con otro ser humano.
Mi apuesta no me supone ningún riesgo: no pierdo nada porque no tengo nada. Salvo fragmentos.

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